No es fácil escribir sobre las experiencias y momentos bonitos que nos tocan vivir, y mucho menos alcanzar describir con palabras exactas aquellos inolvidables instantes que han calado tanto en nuestras vidas y que llevaremos por siempre en lo más hondo de nuestros corazones.
Vivir la III Asamblea Nacional de JMV, ha sido realmente maravillosa y reconfortante.
Definitivamente algo nuevo y diferente, ya que no habíamos tenido la oportunidad de participar en un encuentro de esta magnitud; pero Dios, gran dador de amor, quiso grabar un sello en nuestras almas al permitirnos conocer el gran calor humano que derrocha la asociación y ver en cada joven el sueño de hacer nuevas todas las cosas.
Nuestra participación en la Asamblea nos ha permitido alejar la idea de que JMV es pequeño, ya que a pesar de que sabemos que hay muchos más centros a nivel nacional e internacional y que existen más jóvenes como nosotros que también decidieron asumir el reto de la misión; muchas veces reducimos a la Asociación a nuestro centro local.
Hemos comprendido que los límites los ponemos nosotros, los jóvenes que somos parte de ella, y que nuestros anhelos no se acaban al llevar un pan o un regalo a nuestros hermanos, sino que son experiencias que forman nuestras conciencias pero que a la vez nos impulsan a seguir luchando para construir una sociedad digna y limpia para las generaciones venideras.
El compartir con los chicos de las diferentes regiones fue muy enriquecedor y nos permitió conocer las realidades que viven en sus comunidades y las dificultades que les aquejan: en cuanto a la organización de su centro, a la disponibilidad de sus asesores, falta de material, falta de comunicación y un sin número de casos, que serían verdaderos obstáculos si cada uno de nosotros no hubiera asumido el desafío que el mundo nos presenta, el de vivir para Dios y eso significa asumirlo con todo y sus consecuencias.
Regresamos a nuestra ciudad muy sorprendidas de todo lo que habíamos aprendido en tan pocos días y motivadas a seguir trabajando en la Asociación, pero ahora de una manera más amplia, con metas seguras y a paso firme, porque Juventud Mariana Vicentina no es cada centro local sino todos los centros en su conjunto.
Le damos gracias al Señor porque habernos dado el hermoso regalo de vivir esta asamblea, y de manera muy especial por haber conocido a las personas que nos acogieron con los brazos abiertos y por los cuáles ha sido posible su realización. Nuestro infinito agradecimiento a todos los Jumavitos y Jumavitas que participaron en este encuentro, porque a pesar de no habernos visto una sola vez, desde el primer momento ya parecíamos ser viejos amigos , amigos de toda la vida, y eso es lo bonito de ser Juventud Mariana Vicentina, es que somos ante todo familia, una gran y maravillosa familia.
Sabemos que el Señor continuará tocando muchos corazones deseosos de servirle y asumir sus nuevos desafíos, así como nosotros el gran reto de la misión. Estamos seguras que de la mano de María, nuestra madre, seremos capaces de recorrer todo el largo camino que hemos decidido empezar a vivir...
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