domingo, 8 de mayo de 2011

TESTIMONIO HUANCAVELICA - HUANCCALLACO

¡Evangelizarles! ¡Enseñarles! Fueron unos de los objetivos que me propuse al participar en esta mi primera misión. Fui un vaso con poco contenido que derramaba por doquier sus gotas, hasta que me di cuenta que en lugar de colaborar en llenar sus recipientes, fueron ellos los que me abastecían de enseñanzas, de sabiduría, de DIOS.

El transcurrir del día mostraba la alegría de DIOS, pues junto con sus niños de mirada transparente y buena voluntad el BUEN PASTOR nos sonreía alentándonos para seguir adelante.

¡Alegría! ¡Ellos sí que son alegres! Imaginé encontrar a un poblado pobre y seco por el dolor que causa la ausencia de DIOS, sin darme cuenta que el único pobre y seco era yo. Imaginé encontrar a personas cerradas, ciegas, pero el único ciego fui yo. Busqué pobladores sordos para ayudarlos, pero el único sordo fui yo. Intenté enseñarles sobre DIOS, pero DIOS ya vive en ellos, es su pan de cada día, aunque ellos no lo saben o no lo han notado. Traté de devolverles aquella sonrisa pura que solo uno puede mostrar cuando se encuentra en paz consigo mismo y con los demás, sin embargo, yo era el único que no tenía labios. A todo esto, mi SEÑOR fue generoso, tuvo paciencia y me obsequió lo necesario para compartirlo con mis hermanos. ¿Evangelizarles? ¿Enseñarles? ¿Yo? Al retornar de este viaje, pude notar que en aquel equipaje que yo traía había un paquete más, lo abrí y encontré: Mis labios, mis oídos, mis ojos. Y una nota que decía: No los vuelvas a perder, por favor. Si sucede vuelve a llamarme.

Gian Carlo Céspedes Candia-JMV

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