Queridos jóvenes y asesores de JMV:
Es domingo, día del Señor, y en este mes de junio lo celebramos de manera solemne bajo las especies de Pan y Vino. Vemos las especies, pero a la luz de la fe, comulgamos el cuerpo y la sangre del Señor. Así es, hermanos, aquél acontecimiento de la última cena, en que Jesús inaugura la nueva alianza con sus apóstoles y en ellos representado el nuevo pueblo de Dios: la Iglesia, lo celebramos y actualizamos en cada Eucaristía, y de manera especial en la fiesta del Corpus Christi.
La nueva alianza, sellada con la sangre de Cristo en la cruz a diferencia de la antigua alianza en que Dios entrega a su pueblo las tablas de la ley, y en la que se ofrecieron sacrificios de animales, adquiere en la persona de Cristo una forma nueva de experimentar la presencia viva y salvadora de Dios, uno y trino. Un Dios que se vacía de sí mismo para entrar en el corazón del hombre, un Dios que conociendo las profundidades del corazón humano quiere convertirlo en sagrario itinerante, así como María, nuestra Madre, que dando su “Fiat” al mensajero de Dios, se convirtió en arca de la nueva alianza. María la mujer sencilla y humilde comparte el gran tesoro con su prima Isabel, de quien la criatura salta de alegría en su vientre.
La Eucaristía, queridos miembros de JMV constituye para toda la Iglesia el sacramento-signo de comunión y de la caridad, es decir común unión entre aquellos que profesamos nuestra fe en el único Dios, vivo y verdadero porque participamos de su amor divino.
Celebrar y comulgar a Jesús en cada Eucaristía no debemos reducirlo simplemente a un acto de piedad, la Eucaristía es mucho más, debe comprometernos a todos los creyentes con la misión de la Iglesia, es decir sentirnos enviados a comunicar la buena noticia de la salvación a los jóvenes de hoy, a defender la vida, a levantar la dignidad del caído, a construir el amor en nosotros mismos para ser capaces de comunicarlo a los demás, a testimoniar la solidaridad, a compartir el pan con el que menos tiene, con el pobre y necesitado.
Sin estos actos en la vida cristiana, nuestra participación en la celebración dominical se convertiría en un ritualismo vació y superficial. La verdadera comunión con el Señor en el pan eucarístico nos convierte en hombres y mujeres nuevos, creaturas transformadas y transformantes.
Que el alimento espiritual con el cual alimentamos nuestra vida de fe y fortalecemos nuestra esperanza nos ayude cada día a ser diligentes en el amor. Siendo así mejores discípulos y misioneros del Señor.
Bendiciones.
P. Arturo Aguirre Rojas
Director Nacional de JMV- Perú